domingo, 14 de marzo de 2010

Y SÉPTIMO DOMINGO DE SAN JOSÉ






SEPTIMO DOMINGO


Su dolor: al perder al niño Jesús.
Su gozo: al encontrarlo en el Templo.

Oración

San José,
ejemplar de toda santidad.
Grande fue tu dolor al perder, sin culpa,
al Niño Jesús, y haber de buscarle,
con gran pena, durante tres días;
pero mayor fue tu gozo cuando al tercer día
lo hallaste en el templo en medio de los Doctores.
Por este dolor y gozo,
te suplicamos nos alcances
la gracia de no perder nunca a Jesús por el pecado mortal;
y si por desgracia lo perdiéramos,
haz que lo busquemos con vivo dolor,
hasta que lo encontremos
y podamos vivir con su amistad
para gozar de Él contigo en el Cielo
y cantar allí eternamente su divina misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

Lectura Bíblica
Lucas 2, 41-50

Sus padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando era ya de doce años, al subir sus padres según el rito festivo, y volverse ellos, acabados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo echasen de ver. Pensando que estaba en la caravana anduvieron caminode un día. Buscáronle entre parientes y conocidos, y al no hallarle, se volvieron a Jerusalén en busca suya. Al cabo de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. Cuantos le oían quedaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas.
Cuando sus padres le vieron, quedaron sorprendidos, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote. Y Él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre? Ellos no entendieron lo que les decía. Bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto, y su madre conservaba todo ésto en su corazón. Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres.

Consideración

Esta respuesta la oyó José, a quien María se había referido poco antes llamándole «tu padre». Y así es lo que se decía y pensaba: «Jesús… era, según se creía, hijo de José». No obstante, la respuesta de Jesús en el templo habría reafirmado en la conciencia del «presunto padre» lo que éste había oído una noche doce años antes: «José… no temas tornar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo». Ya desde entonces, él sabía que era depositario del misterio de Dios, y Jesús en el templo evocó exactamente este misterio: «Debo ocuparme en las cosas de mi Padre».”



Oración

Oh Dios,
que con inefable providencia,
elegiste a San José como esposo de la Madre de tu Hijo,
concédenos la gracia de tener como intercesor en el cielo
al que veneramos como protector en la tierra.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

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