viernes, 30 de abril de 2010

LA FLECHA DEL TIEMPO



El prestigioso fotógrafo Argentino Diego Goldberg, nacido en 1946, ha cumplido junto a su familia con un ritual privado:
“Cada 17 de junio, desde 1976, nos fotografiamos para detener, por un momento evanescente, la flecha del tiempo que por allí pasa”.
Primero fueron ellos dos: él y su mujer Susy. Dos años después llegó Nicolás, luego Matías, y por último Sebastián. Y Diego le ha puesto nombre a este proyecto: La flecha del tiempo.
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31 años de la historia de una familia, en los que además del estupendo trabajo fotográfico, se añade un título como un proyecto de vida: la flecha del tiempo. Una imagen que muestra perfectamente la dirección temporal desde el pasado hacia el futuro. Dice Diego en este vídeo que lo que ha hecho con su cámara es detener y fijar cómo éramos en ese particular momento de nuestra existencia:










La flecha de la que habla Diego, nos supone subidos y desplazándonos por el tiempo. Hemos sido "disparados" y vivimos puestos en movimiento entre un punto de partida, y un punto de llegada. Un camino, una peregrinación, un viaje, son otras formas de expresar la misma idea. Pero la flecha añade a ese dinamismo dos factores determinantes sin los cuales no se puede entender el viaje de la propia flecha. Condición de posibilidad que dicen los filósofos: para que una flecha se desplace, detrás hay un Arquero, y delante un objetivo, que aunque no sea el adecuado será siempre el objetivo de la flecha, el fin de su viaje.
Y es que hay quien vive la vida distraídamente, hay quien viaja inconscientemente, hay muchos que van subidos en la flecha de su historia, desplazándose inexorablemente, sin jamás preguntarse de dónde han salido ni hacia donde van.
El que como Diego Goldberg considera su vida como una flecha, le está suponiendo una intencionalidad, una dirección, un sentido. El sentido de la vida. Y dado que el final de la misma es claro y universal, al sentido de la vida hay que añadir el sentido de la muerte. Solo hay dos posibles respuestas: o la nada, o la supervivencia personal más allá de este mundo. En el primer caso, la vida toda no es más que un caminar hacia la aniquilación final, y el presente un espejismo, una ilusión o una alienación irremediable.
Pero hay otro opción: el que considera que le han puesto en camino, y al fantasma de la muerte, de su propia muerte personal, le ha clavado la estaca vencedora de la esperanza.
Recuerdo de mis tiempos de estudiante de latín el sentido de procendencia que supone el “ex” del “ex-sistere”, del existir. Y si se procede de un sitio es que se va con toda seguridad hacia otro. Y es que estoy seguro que mucha gente podría ser mucho más feliz, si viviera la vida como la que propone Diego Goldberg, subido en una flecha con el corazón seguro de acertar en la esperanza.
Rubén Iglesias

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